Nadie sabía exactamente qué iba a pasar el 20 de julio de1810, pero se podía percibir una atmósfera de que algo ocurriría. Fue un viernes, día de mercado y todo el pueblo caminaba por las calles de Santa Fe. Ese día se dieron sucesos determinantes que cambiaron la historia de lo que hoy conocemos como Colombia. Sin embargo, hoy en día es claro que lo que sucedió este día no fue un hecho espontáneo como aquellos que habían caracterizado la vida política colonial. En la Nueva Granada se habían gestado de manera similar, y ciudades como Cartagena y Mompos habían conformado juntas independentistas que buscaban mayor autonomía e incluso, una independencia absoluta de España. En la provincia de Santa fe se había creado una junta denotables integrada por autoridades civiles e intelectuales criollos. Estos comenzaron a realizar reuniones sucesivas en las casas de los integrantes y luego en el observatorio astronómico, cuyo director era Francisco José de Caldas, los principales personeros de la oligarquía criolla eran: José Miguel Pey, Camilo Torres, Acevedo Gómez, Joaquín Camacho, Jorge Tadeo Lozano, Antonio Morales, entre otros. La junta de notables propuso entonces crear un incidente conlos españoles, a fin de crear una situación conflictiva que diera salida al descontento potencial que existía en Santafé contra la audiencia española. Ante el préstamo del Florero Llorente se negó, pero su negativa no fue dada en términos despectivos o groseros. Se limitó a explicar diciendo que de muchas veces había prestado el florero y que estaba maltratando y por lo tanto, perdía su valor. Entonces intervino Caldas, quien pasó por frente del almacény saludó a Llorente, lo que permitió a don Antonio Morales, iniciar y formular duras críticas hacia Llorente. Mientras tanto los principales conjurados se dispersaron por la plaza gritando: ¡Están insultando a los americanos! ¡Queremos Junta! ¡Viva el Cabildo! ¡Abajo el mal gobierno! ¡Mueran los bonapartistas! La ira se tomó el sentir del pueblo. Indios, blancos, patricios, plebeyos, ricos y pobres empezaron a romper a pedradas las vidrieras y a forzar las puertas. El Virrey, las autoridades militares y los españoles, contemplaron atónitos ese súbito y violento despertar de un pueblo.
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