Personajes:
El hombre enfermo/Cazador
Los hermanos
El director del zoológico
La tortuga
El ratón Pérez
El tigre
Elementos:
Autor: Horacio Quiroga
Contexto: Un hombre enfermo que se fue a curar al monte pero no funcionó y una tortuga lo ayudó a volver a buenos aires
Genero: Narrativo
Tipo de narrador: Omnisciente
Estructura:
Inicio:
Había una vez un hombre que vivía en Buenos Aires,y estaba muy contento porque era un hombre sano y trabajador.Pero un día se enfermó, y los médicos le dijeron que solamente yéndose al campo podría curarse. Él no quería ir, porque tenía hermanos chicos a quienes daba de comer; y se enfermaba cada día más. Hasta que un amigo suyo, que era director del Zoológico, le dijo un día:
—Usted es amigo mío, y es un hombre bueno y trabajador. Por eso quiero que se vaya a vivir al monte, a hace mucho ejercicio al aire libre para curarse. Y como usted tiene mucha puntería con la escopeta, cace bichos del monte para traerme los cueros, y yo le daré plata adelantada para que sus hermanitos puedan comer bien.
El hombre enfermo aceptó,y se fue a vivir al monte,lejos,más lejos que Misiones todavía. Comia bichos y pajaros y hacía mucho ejercicio, tiempo después el hombre tenía otra vez buen color,estaba fuerte y tenía apetito.Precisamente un día que tenía mucha hambre,porque hacía dos días que no cazaba nada,vio a la orilla de una gran laguna un tigre enorme que quería comer una tortuga,y la ponía parada de canto para meter dentro una pata y sacar la carne con las uñas.
Desarrollo:
Al ver al hombre el tigre lanzó un rugido espantoso y se lanzó de un salto sobre él.Pero el cazador,que tenía una gran puntería,le apuntó entre los dos ojos,y le rompió la cabeza.Pero cuando se acercó a la tortuga,vio que estaba ya herida,y tenía la cabeza casi separada del cuello,y la cabeza colgaba casi de dos o tres hilos de carne.A pesar del hambre que sentía,el hombre tuvo lástima de la pobre tortuga,y la llevó arrastrando con una soga hasta su ramada y le vendó la cabeza con tiras de género que sacó de su camisa,porque no tenía más que una sola camisa,y no tenía trapos.
La había llevado arrastrando porque la tortuga era inmensa,tan alta como una silla,y pesaba como un hombre.La tortuga quedó arrimada a un rincón,y allí pasó días y días sin moverse.El hombre la curaba todos los días,y después le daba golpecitos con la mano sobre el lomo.La tortuga sanó por fin.
Pero entonces fue el hombre quien se enfermó.El hombre comprendió entonces que estaba gravemente enfermo,y habló en voz alta,aunque estaba solo,porque tenía mucha fiebre.Pero la tortuga lo había oído,y entendió lo que el cazador decía.Fue entonces a la laguna,buscó una cáscara de tortuga chiquita,y después de limpiarla bien con arena y ceniza la llenó de agua y le dio de beber al hombre,que estaba tendido sobre su manta y se moría de sed.
Se puso a buscar enseguida raíces ricas y yuyitos tiernos,que le llevó al hombre para que comiera.El hombre comía sin darse cuenta de quién le daba la comida,porque tenía delirio con la fiebre y no conocía a nadie.Todas las mañanas,la tortuga recorría el monte buscando raíces cada vez más ricas para darle al hombre,y sentía no poder subirse a los árboles para llevarle frutas.El cazador comió así días y días sin saber quién le daba la comida,y un día recobró el conocimiento.
Miró a todos lados,y vio que estaba solo,pues allí no había más que él y la tortuga,que era un animal.Dicho esto,cortó enredaderas finas y fuertes,que son como piolas,acostó con mucho cuidado al hombre encima de su lomo,y lo sujetó bien con las enredaderas para que no se cayese.Hizo muchas pruebas para acomodar bien la escopeta,los cueros y el mate con víboras,y al fin consiguió lo que quería,sin molestar al cazador,y emprendió entonces el viaje.La tortuga,cargada así,caminó,caminó y caminó de día y de noche.
Atravesó montes,campos,cruzó a nado ríos de una legua de ancho,y atravesó pantanos en que quedaba casi enterrada,siempre con el hombre moribundo encima.Después de ocho o diez horas de caminar,se detenía,deshacía los nudos,y acostaba al hombre con mucho cuidado,en un lugar donde hubiera pasto bien seco.Iba entonces a buscar agua y raíces tiernas,y le daba al hombre enfermo.Y cada vez la tortuga tenía que darle de beber.
Así anduvo días y días,semana tras semana.Cada vez estaban más cerca de Buenos Aires,pero también cada día la tortuga se iba debilitando,cada día tenía menos fuerza,aunque ella no se quejaba.A veces se quedaba tendida,completamente sin fuerzas,y el hombre recobraba a medias el conocimiento.La tortuga se levantaba entonces,y emprendía de nuevo el camino.
Pero llegó un día,un atardecer,en que la pobre tortuga no pudo más.Se sentía cada vez más débil,y cerró entonces los ojos para morir junto con el cazador,pensando con tristeza que no había podido salvar al hombre que había sido bueno con ella.Y sin embargo,estaba ya en Buenos Aires,y ella no lo sabía. Aquella luz que veía en el cielo era el resplandor de la ciudad, e iba a morir cuando estaba ya al fin de su heroico viaje.
Final:
Pero un ratón de la ciudad —posiblemente el ratoncito Pérez— encontró a los dos viajeros moribundos.
—¡Qué tortuga! —dijo el ratón—. Nunca he visto una tortuga tan grande. ¿Y eso que llevas en el lomo, qué es? ¿Es leña?
—No —le respondió con tristeza la tortuga—. Es un hombre.
—¿Y adónde vas con ese hombre? —añadió el curioso ratón.
—Voy... voy... Quería ir a Buenos Aires —respondió la pobre tortuga en una voz tan baja que apenas se oía—. Pero vamos a morir aquí, porque nunca llegaré...
—¡Ah, zonza, zonza! —dijo riendo el ratoncito—. ¡Nunca vi una tortuga más zonza! ¡Si ya has llegado a Buenos Aires! Esa luz que ves allá, es Buenos Aires.
Al oír esto, la tortuga se sintió con una fuerza inmensa, porque aún tenía tiempo de salvar al cazador, y emprendió la marcha.
Y cuando era de madrugada todavía, el director del Jardín Zoológico vio llegar a una tortuga embarrada y sumamente flaca, que traía acostado en su lomo y atado con enredaderas, para que no se cayera, a un hombre que se estaba muriendo. El director reconoció a su amigo, y él mismo fue corriendo a buscar remedios, con los que el cazador se curó enseguida.
Cuando el cazador supo cómo lo había salvado la tortuga, cómo había hecho un viaje de trescientas leguas para que tomara remedios, no quiso separarse más de ella. Y como él no podía tenerla en su casa, que era muy chica, el director del Zoológico se comprometió a tenerla en el Jardín, y a cuidarla como si fuera su propia hija.
Y así pasó. La tortuga, feliz y contenta con el cariño que le tienen, pasea por todo el jardín, y es la misma gran tortuga que vemos todos los días comiendo el pastito alrededor de las jaulas de los monos.